domingo, 15 de marzo de 2009

CONVERSACIONES SIN PALABRAS

Todas las mañanas me lo encuentro. Es viejo, de una edad indefinida. Sus manos, con largos dedos, están llenas de arrugas, al igual que su cara. Siempre en la misma mesa, siempre en la misma silla. Ojea el periódico una vez tras otra, como si todo lo que en él se escribe, quisiera aprenderselo de memoria. Cuando paso por su lado, sin apenas hacer ruido, levanta su cabeza, me sonríe y me dá los buenos días. Sus ojos me miran, pero no es una mirada indiferente, es algo más, es ver mi alma, mis sentimientos. Hace que me sienta desnuda, pero a la misma vez un regocijo recorre mi cuerpo. Un día más. Sí, un día más él está ahí. Es como si lo conociera de toda la vida, como si mantuvieramos largas conversaciones, mientras tomamos un café, el cual él suele derramar por los movimientos temblorosos de sus manos.
Me suelo sentar en una mesa cerca de él. Parece como si me estuviera esperando, y sus labios se desplegan en leves sonrisas. Bajo mi mirada, pero la fuerza de la suya, hace que vuelva a subirla, para encontrarme con unos ojos llenos de experiencias, de tristezas, de alegrías. Y ahí empiezan nuestras conversaciones sin palabras, sólo gestos, expresiones. Si estoy alegre, él está contento. Si estoy triste, el me anima, me empuja a seguir luchando. Me cuenta sus vivencias, lo solo que está en la vida. Me habla de sus hijos, esos que un día se fueron del hogar, para volver en vacaciones y por Navidad. De su querida mujer, que trás una larga enfermedad, cerró un día los ojos y no los pudo volver a mirar. De lo dura que es la vida, pero también de cuanta felicidad dá. Muy despacito me susurra con sus ojos, que busque la verdad, que no me detenga por nada y siga mi camino, dando pasos sin titubear, que alegre mi alma porque mi corazón lleno de amor está.
Cuando me levanto de la silla, porque me tengo que marchar, su sonrisa se apaga, levanta su mano, y un hasta mañana oigo susurrar. Cierra su periódico, y con su mirada perdida entre la gente, lo voy quedando atrás....

sábado, 14 de marzo de 2009

VOLVER A EMPEZAR

- Mamá, tengo miedo
- No debes de tenerlo, no pasa nada. Yo estoy contigo
- No veo nada a través de los cristales de la ventana. Todo está negro. La noche se ha apoderado de todo, y sólo se ilumina cuando aparece la luz de algún rayo. Tengo miedo.
- Tranquilízate, mi niña.
- Mis manos empiezan a temblar. No puedo evitarlo. El chirriar de las contraventanas, movidas por el viento, se está metiendo en mi cabeza. No puedo soportarlo mamá.
- Has pasado momentos peores y los has superados. Relájate.
- El golpeteo de la lluvia en el tejado siempre me ha tranquilizado. Esta noche no. Estoy empezando a marearme. Quiero huir, no soporto más esta soledad. Ayudame mamá.
- Mi vida, que puedo hacer? Los miedos hay que superarlos sola, pero sabes que estoy aquí contigo.
- Tengo frío. Un frío helador. Quiero moverme y no puedo. Los truenos cada vez retumban más. No los oyes, mamá? Parecen como si quisieran entrar. No los dejes. Tengo mucho miedo. Dame tu mano, como hacías cuando era una niña. Necesito sentirla, no quiero estar sola.
- Mi cielo, tú no estas sola. Tienes dos soles en tu vida, y tambien tu marid.... Ay. Perdona. Mi memoria, a veces, me juega malas pasadas. El te ha abandonado. No te preocupes, todos tenemos que pasar nuestros duelos. Pero pasan, sabes? Unos antes y otros despues.
- Pero yo no veo la claridad. Todo está oscuro. La tormenta no se mueve y la lluvia cada vez es más intensa. El viento no deja de balancear los árboles, y yo sigo teniendo miedo. Un miedo aterrador metido dentro del cuerpo, este cuerpo que está empezando a tiritar, y sigo sin poder moverme. Mañana saldrá el sol?
- Tu mañana, mi niña, estará con un sol radiante, y por las noches, un millón de estrellas iluminarán tu mirada. Solamente tienes que esperar. Necesitas tiempo. Un tiempo que solo tú puedes darte, y que al final de él, todos tus miedos habrán desaparecido y seras más fuerte que el viento que azota esta noche.
- Tus caricias me gustan, mamá. Hacen que empieze a relajarme. Crees que volveré a sonreir?
- Tu sonrisa inundará cada rincón de tu alma y la vida de los que te rodeamos.
- No volverá, verdad mamá?
- No. El mismo tren no pasa dos veces por tu estación. Pero si pasaran y pararan trenes llenos de felicidad, alegría, amor... todos en los que tú estés dispuesta a subirte. Pero ahora tienes que descansar, descargar tus pensamientos, olvidarte de tus miedos y VIVIR.
- Gracias mami. Te acuerdas cuando te llamaba así? Qué feliz era. Tu voz era suficiente para calmar mis inquietudes. Siempre estabas ahí. Como ahora. Como estarás siempre. A partir de este momento empieza mi caminar por mi futuro. Quiero estar a la altura. Ya no tengo miedo.
- Te quiero mi niña.
- Yo también mamá.